Leyendas de Tonalá
Para dar inicio al mes más tenebroso del año te hemos traído algunas leyendas que hacen referencia a uno de los centros alfareros más importantes del país. Las leyendas de Tonalá son muy conocidas por habitantes de este municipio y se han transmitido de generación en generación por los habitantes de la región.
Si te gusta lo sobrenatural, entonces estas leyendas te encantarán, nacen en el corazón de Tonalá y relatan diferentes historias muy interesantes. Quédate leyendo para que conozcas más.
La leyenda del nahual.
Hace mucho tiempo, por el rumbo del cuartel primero, vivió un señor conocido como Don Crispín. Era bondadoso y de extraordinarios sentimientos, quién llegó a ser muy querido por la gente de Tonalá. El como la mayoría de los tonaltecas, se dedicaba a la alfarería.
Cierta noche, mientras quemaba su loza, apareció entre las sombras un animal semejante a un guajolote. Este se paró en una rama de guaje cercano al horno. En lugar de hacer sus característicos sonidos, el ave parecía emitir una risa burlona, a la que Don Crispín no prestó atención ya que no creía en las cosas sobrenaturales. Por sus vecinos se enteró del significado de la misteriosa ave que se le había aparecido, y aún así, siguió con su trabajo nocturno.
Una semana después, cuando atizaba el fuego de su horno apareció de nuevo el horrible animal. Sorprendió esta vez al hombre, no sólo por los sonidos, sino porque los guajolotes comunes por la noche son ciegos y no pueden volar. Así, aquel raro ser, en lugar de soltar su tétrica risa, dijo al buen hombre, “Crispín, deja de ser bondadoso como hasta ahora, porque de lo contrario caerán sobre ti numerosas enfermedades y sufrimientos”. Don Crispín, asustado tomó el machete que utilizaba para cortar leña y con fuerza lo arrojó contra el horripilante animal cortándole el corazón.
Al acercarse, Don Crispín hacia el bulto desplomado en el suelo, se sorprendió de ver que lo que yacía no era un guajolote. Era el cuerpo inmóvil de un compadre suyo que le envidiaba por ser un hombre próspero y bueno.
De inmediato, Crispín salió corriendo a pedir ayuda y al instante acudieron a su llamado de auxilio varios vecinos, pero el moribundo solo suplicaba que alguien escuchará sus últimas palabras.
Con voz entrecortada dijo ante todos los presentes que él era un nahual y que por envidia quería hacerle mal a Don Crispín. Al verse cerca de la muerte, le pedía perdón a él y a todos quiénes les hubiera causado daño. Murió, y por todo el lugar se oyeron gritos aterradores y el aullido de los perros.
Leyenda del sacerdote sin cabeza
Cuenta la leyenda que en la época de Los Cristeros un sacerdote muy apreciado por la gente fue sacrificado; lo colgaron del centenario árbol solitario que se localiza sobre la calle Pedro Moreno, en el centro de Tonalá. Aunque mucha gente se opuso y entró a la defensa del párroco, no lograron salvarle la vida.
Sabemos que en ese tiempo no se aceptaba la religión, pues los hacendados y caciques querían mantener el poder, y para ellos la iglesia católica era una amenaza. Es por ello que quienes predicaban o apoyaban alguna creencia pagaban la afrenta con su vida.
Se cuenta que al caminar a medianoche en las inmediaciones de la Parroquia de Santiago Apóstol, en el trayecto que se localiza entre el arco y el campanario; donde está actualmente el jardín de niños; quienes por ahí pasan ven la silueta del sacerdote sin cabeza, pasando por el arco, hacia el lado oriente de la calle.
La sensación es realmente especial, pues mientras pasa la silueta se percibe un viento helado que va aumentando de manera paulatina, y que deja sin habla a algunos de los que lo atestiguan.
La gallina y sus pollitos de oro
Esta es una de las leyendas más conocidas en Tonalá, pues cualquiera que visite el famoso Cerro de La Reina sabe acerca de este relato que tiene mucho tiempo de historia.
Hace muchos años, en los días principales de cuaresma, dos niños cuidaban las vacas de su papá tras el Cerro de La Reina. Mientras lo hacían, empezaron a jugar a la puntería tirando con piedras a un bote de hojalata para derribarlo. Transcurrido un tiempo, la provisión de piedras se les agotó y no tuvieron más remedio que ir en busca de otro montón, cada quién por su camino.
Uno de los pequeños se acercó a un arbusto y vio picotear en el pasto seco a un grupo de extraños pollitos de plumas brillantes. Asombrado, corrió a contarle a su hermano tan fascinante hallazgo.
Ninguno de los dos creía lo que veían sus ojos: aquellos animalitos no eran de carne y hueso, sino de oro. Los niños los observaron, y cuando decidieron atraparlos, apareció la gallina, también de oro, para protegerlos. La pollada se retiró entonces, dirigiéndose entonces a la Piedra Encantada que se abrió para darles paso. Rápidamente los chiquillos corrieron hacia allá, y echando un vistazo hacia su interior, descubrieron un hermoso palacio en el que todo brillaba a su alrededor. No resistieron la tentación de ver más cerca y entraron. Los hermanos disfrutaron de toda aquella belleza, pero al cabo de un rato sintieron caer la tarde y decidieron llevar el ganado de regreso a casa.
Al salir, todo a su alrededor era diferente y las vacas ya no estaban. Corrieron hacia el pueblo, asustados. La villa había cambiado mucho; lo que era peor, en su casa habitaba otra familia. Desesperados, preguntaron a todo el mundo sobre sus padres y nadie supo darles razón alguna. El tiempo pasó para aquellos desdichados niños, que no perdían la esperanza de ver abrirse la Piedra Encantada para volver a entrar y nunca más salir de ella. Se cuenta que se les veía sentados cerca de ese lugar todos los miércoles de ceniza y jueves santo, días en los que se dice, sale la gallina de oro.
Esperamos que te hayan gustado estas leyendas de Tonalá que recopilamos para ti, no son todas pero si de nuestras favoritas. Déjanos saber tu opinión en los comentarios y no olvides seguirnos en nuestra redes sociales.
Obtenido de:
http://tonalajalisco.blogspot.com/2009/11/leyenda-el-padre-sin-cabeza.html
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